Amor: El Viejo Pintor y Su Paisaje

27.03.2011 22:41

 

SINOPSIS

En el correr de la vida, te encuentras con alguien que realmente forjará un destino contigo sea éste feliz o triste, esto es, ese amor que te dará lo dicho anteriormente.

 

Este pintor posiblemente plasmó en una obra que se imaginó a lo mejor su propia realidad. Realidad que a la vez vivió también su hijo que a poco tiempo de nacer murió.

 

El viejo pintor quizás revive su pasado a través de aquél niño, que en ese cuadro cobra vida; si imaginaria, no lo sé. ¿Dos vidas quizás semejantes?, ¡pudiera ser!.

 

Cuando el amor es grande y sincero pronto se pierde, o si dura, igual. La vida es muy corta para dar todo de sí, aunque hayan pasado muchos años.

 

Cuando leas este cuento, la respuesta la tendrás tu.

 

EL VIEJO PINTOR Y SU PAISAJE

 

 

A pesar de sus cuadros maravillosos, el viejo nunca pudo realizar sus sueños de una vida ni siquiera común. Sus cuadros atractivos a la vista, eran adquiridos a precios que apenas le daban para subsistir.

 

Habían pasado algunos años de su viudez. Acostumbrado a su soledad, su único mundo era su propia imaginación. Era feliz pintando en lienzo tras lienzo, consiguiendo hacer realidad esos pensamientos que en las noches lo inspiraban.

 

 -Tuve un hijo- decía, -y el amor que era el aliento de mi vida se esfumó. Aquella esposa que compartía mi vida, mi pobreza, mi humildad, ya no está-

 

-Jamás me atreví a pintarla, porque me era imposible plasmar en un cuadro la belleza de su ser.  Su comprensión, su admiración por mi arte, el cariño cálido y sincero de una mujer entregada por su amor a soportar todas las necesidades que por mi arte sufríamos. Era un pintor, y ¡no podía ser otra cosa que eso!. Lo había sentido desde la niñez, era algo innato en mi. Pero la pinté en el lienzo de mi corazón con los pinceles de mis sentimientos hacia ella. Era mi mejor obra, y no tenía valor alguno, porque siempre estaría en la pared de mis recuerdos, y era solo para mí.-

 

Así eran los días del viejo artista, recordando, suspirando por los bellos cuadros de cada instante de su vida con su amada. Por momentos dejaba de pintar porque algún recuerdo venia a su mente en algún pasaje de su vida, cuando su alegría todavía existía.

 

Se miraba en el espejo, viendo su rostro envejecer, se entristecía. Deseaba entonces volver a su juventud con el propósito de comenzar de nuevo con su amada. -Si algo es difícil, ¡retroceder el tiempo lo es!-, pensaba.

 

-Me enamoré. Sentí la felicidad tan de cerca que la pude palpar. Aquél amor fue la esposa que todo ser lo desearía. Pero, fue como la rosa que en la mañana es y en la tarde no está. Comprendí entonces que la felicidad no se atrapa y se guarda, dura mientras vivimos y sentimos-. Solo y triste después de ese suceso, quería recuperar la paz que en sus cuadros tenía.

 

Mañana tras mañana y en las madrugadas, el viejo pintor se levantaba con nuevas ideas para dar color a los blancos lienzos. -Tomaré una tasa de café para calentar mi cuerpo frío debido a la temperatura de la aurora, pero al mismo tiempo, calentaré las fibras de mi corazón para recordar a mi amada con el calor de mi amor-, pensaba.

-Si hubiese vivido mi hijo, mi vida sería diferente, en él hubiese sentido la presencia misma de su madre, y una razón sublime para vivir.- Así se imaginaba mientras caminaba en ese cuarto-taller y daba un sorbo de café cuando un pensamiento se terminaba.

 

Su música era el ruido que las tablas producían cuando el viejo caminaba en el piso alrededor del caballete. –Este piso viejo que tantos años me soportan ya, es la misma música que las cuerdas de mi corazón arrancan, es que sin mi amada, todo es como esto,  y aunque mi corazón sea tan viejo como este piso, mi amor y recuerdo será nuevo, porque al recordarla, se renuevan las cuerdas de mi espíritu para seguirla amando-, se imaginaba.

 

Así era la vida de aquél pintor, creciendo en amor y recuerdos, y perfeccionando la destreza para embellecer un lienzo blanco y terminar en una obra maravillosa.

 

Sin darse cuenta, los años habían pasado, es que las remembranzas de su esposa eran como si ella misma hubiese estado allí, junto a él. –¿Quién amará como yo que a veces mientras pinto, pido un café a mi amada como si estuviese allí?-.

 

¡El viejo no podía olvidar!, y aunque ella no estaba, cada pintura era para el deleite de su amada.  

 

-Recuerdo que un día, vino la alegría de la vida cuando la mujer de mi vida con voz fuerte y parándose en la puerta de mi taller exclamó: ¡Querido, deja tus pinceles por un minuto, es que quiero darte la noticia que por algunos años no podía hacerlo!-  El viejo sorprendido y un  tanto asustado, también respondió diciendo:-¿Qué ocurre?, ¿qué pasa cariño mío, acaso estás enferma?-

 

Entonces ella corrió con tanta emoción que abrazando al viejo dio a su oído la noticia añorada por ambos, es que ella iba a tener un hijo que complementaría la felicidad y la dicha de ese matrimonio, y ya por algún tiempo privados de ese retoño en el cuál verían lo intangible del amor inmenso que se profesaban el uno al otro, ya totalmente materializado.

 

El viejo, acariciando el cabello de su amada con tanta ternura, derramó muchas lágrimas de dicha porque era la única manera de expresar el cariño y el agradecimiento al amor de su vida. Decía que con las lágrimas se puede expresar mucho más que con palabras, la felicidad y el dolor.

 

Ella, conmovida por los sentimientos de su amado, abrazó fuertemente al viejo que sintió el amor profundo como aquella semilla que se siembra para que dé buen fruto, ¡Y eso es lo que sucedía!.

 

El viejo pintor, mirando con dulzura a los ojos de su esposa, recordaba en cada destello de esas pupilas, todo el tiempo desde que la conoció hasta ese momento. -Mirar cuán bellos ojos-, decía, -es volver a amar, y vivir dos veces-

 

Se miraron detenidamente, ni una palabra más se escuchó. El silencio entre los dos decía mas que vocales y consonantes, no escuchaban, pero lo sentían en cada estrechón de brazos. Los dos, ¡eran uno solo!.

 

Sin darse cuenta del tiempo, éste transcurrió velozmente, tanto pasó, que la pintura en su cuadro se había secado y en el pincel, endurecida. Meneando la cabeza el viejo y dando un profundo suspiro y sonriendo, dijo: -Esa noticia de tener un hijo, hizo que recordara el tiempo pasado hasta el presente, es que todo comenzó aquella vez y son algunos años ya, y como el pincel endurecido y la pintura que en un momento se seca, así es la vida en la realidad, solo con los sentimientos y el recuerdo, se vive más para amar mucho.-

 

Así meditaba aquél ingenioso pintor que plasmaba las maravillas de su imaginación en sus cuadros y dejaba huellas de amor hacia su amada por cada pincelada y color que daba a sus paisajes. -¡Tan bellos sus cuadros como su amor hacia mi!-, pensaba aquella dama que mientras pasaba el tiempo no solo entendía que eran las pinturas del viejo el mejor lenguaje para expresar ese profeso amor hacia ella. –No necesito oír palabras para comprender y sentir tanto amor-, decía la mujer.

 

Y como el tiempo es imparable, el viejo miraba como crecía en el vientre de su querida, aquello que tanto anhelaba. Tarareando tonos desordenados pero alegres, el pintor hizo tantos cuadros como para obtener lo que se necesita para recibir a un hijo. Cuántas ilusiones albergaba en su corazón. –Cuando nazca el niño- decía, -veré reflejado en él, la vida de mi amada y la mía, como un tronco y sus ramas.-

 

Pensando cada instante en los días que pasaban, de ésta forma, vino al pensamiento un cuadro que pintó hace mucho tiempo, era un bosque en el cuál unos leñadores talaban los árboles. El viejo solo pintó, pero no meditó en lo que hizo. Se dijo: -Solo vi y solo pinté, pero cuando sentí el amor empecé realmente a vivir y apreciar el porqué soy y la razón de ello. ¡Yo soy el tronco!-, se dijo, -y mi hijo que nacerá es la rama que tierna en su comienzo, madurará para ser un tronco, y seré yo mismo, sin fin después de mi-, meditaba. -Todo es amor en medio de lo que existe, y ahora mi hijo está por nacer y haremos una familia como aquél bosque; pero ¿porqué pinté un bosque con taladores de árboles?, ¡no lo sé!, ¡es acabar con la vida!-, se respondía. –No, no haré así con mi hijo que representa esa rama-, exclamó con tristeza y decisión. 

 

En ese momento, los pensamientos fueron interrumpidos porque su amada con voz de dolor y regocijo, anunciaba que el niño estaba por nacer. El viejo pintor apresuradamente se quitó su mandil y tirando los pinceles en la mesa corrió a favorecer a su querida y llevándola a la cama, recostó a su amada y el niño vino. Tomó en los brazos a su hijo que estrechándole en su regazo, sintió el amor más bello que ser humano alguno puede sentir; sin aliento, puso al niño junto a su madre, y mirándose mutuamente en las lágrimas de felicidad que derramaron los dos; con cuánta emoción el viejo besó a su esposa en la frente, después de palpar el amor y el cariño hecho realidad. –Este es el mejor regalo que puedo darte a la ternura y felicidad que me has dado todo este tiempo, amado mío-, dijo la mujer. El viejo pintor, ya sin palabras, únicamente acariciaba con sus manos ardientes de amor, a los dos, para expresar sus sentimientos de lo que la vida le estaba ofreciendo en esos instantes.  

 

Como el tiempo pasaba y en medio de tanta emoción, no se dieron cuenta que al niño algo le ocurría. Cuando el viejo tomó en sus manos a su hijo, éste con una mirada alegre y triste hacia el pintor, cerrando sus ojos y un suspiro exasperado murió....

La historia continua aquí:

Amor: El Viejo Pintor y Su Paisaje - Alex Méndez Romero